Marcela

Marcela.

Mi amiga y también podría decir que eres como una hermana para mí, apareciste de la nada, en casa de mi padre y me enamoré de tu energía. Cuando te vi y te observé, aprecié el aura de un alma fuerte, pero un alma difícil de impresionar, como la mía. Un alma que sufrió y eso la obligó a madurar. Puedo sentir el escozor de tus ojos de tanto llorar cuando eras más pequeña, pero también puedo sentir la paz que envuelve tu alma en tu etapa actual.

Me has dejado entrar en tu corazón y yo en el mío. Me has aceptado tal y como soy, como yo te he aceptado a ti. Eres un alma pasajera, como lo soy yo para ti, y lo entiendes, porque ambas disfrutamos de la compañía de la otra en el momento presente, en el eterno ahora. Te aseguro que esa habilidad de estar (o intentarlo) cada segundo de tu vida en el ahora, no la tiene todo el mundo. Pero tu sí.

No hay ninguna amistad que comparte esa espiritualidad. Ninguna.

Así que de todo corazón te doy las gracias por haber aparecido a mi vida y por abrirme la puerta a tu corazón, a pesar de la larga cola.

 

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