La mente humana

Miró a su alrededor, todo era negro, no se apreciaban paredes, esquinas, ventanas… nada. Tan solo una sola puerta de madera y negro. Allí se suponía que estaba la entrada a su mente… Miró desconfiado la puerta, tenía muchas dudas reales de si era una buena decisión entrar allí o no. Decidió no darle más vueltas y entró.

Sintió ganas de vomitar, pasar de un sitio tan silencioso a un lugar lleno de ruido, le había alterado un poco. Se recompuso e intentó no centrarse en la cantidad de voces que oía, era incluso hasta desagradable. Cuando se adaptó, observó su alrededor totalmente atónito y impresionado, era una fábrica de estímulos, imágenes y voces. Era como si tuviese la creación delante de sus narices.

Cada una de las imágenes tenía su voz y su categoría, de la misma forma que los estímulos, cuya voz era más potente, al fin y al cabo era lo que iba sucediendo en el momento presente. Esto se almacenaba en forma de imágenes y las colocaba cuidadosamente en su categoría además, cada una de estas tenían un aprendizaje que se almacenaba en el hipocampo. Observó que había ciertas imágenes que brillaban más que las demás y la voz era más intensa, se acercó cauteloso. No eran imágenes, eran pequeños cortos de vídeo donde mostraban el resumen de ese recuerdo. ¿Por qué unas brillaban más que las otras?, se preguntó.

Se percató que las representaciones más brillantes eran recuerdos dolorosos del pasado, pero no tenía sentido, deberían ser más oscuras. En cambio… había representaciones felices que emitían tanta poca luz que no se podía ver el recuerdo con claridad… Se sentó y pensó. El ego, se dijo a sí mismo. El ruido, las voces, los recuerdos dolorosos brillantes… Su mente estaba tan corrompida por el ego, que había dejado en el olvido sus mejores recuerdos, dejando espacio a solo los malos. Su mente estaba tan dominada por el ego, que su voz interior hacía demasiado ruido pensando de forma compulsiva, no había ni un solo segundo de silencio.

Con ganas de vomitar y dolor de cabeza, se levantó y salió rápidamente de ese lugar caótico y deprimente. Se despertó de la meditación profunda y miró a su terapeuta con los ojos abiertos como platos. Descubrió que así era su mente, caótica y deprimente.

– Y eso es lo que sienten las personas cuando están conmigo – suspiró desolado cuando entendió el mensaje del profesional.

– Cuando entras en tu propia mente y descubres qué es lo que hay en tu interior que no funciona, entiendes el por qué las personas de tu entorno actúan como lo hacen. – Respondió simplemente el terapeuta.

– ¿Y cómo consigo cambiar la mente?

– Eso es fácil y difícil a la vez, requiere constancia y ser resiliente. Se trata de ir conociéndola, poco a poco irás teniendo el control, tú eres el jinete de tu mente, aunque aún no la sabes dominar. Mediante la meditación serás capaz de poner silencio en tu mente, y cuando lo hagas, serás capaz de centrarte en los recuerdos positivos, de tomar mejores decisiones y la gente te tratará como realmente te mereces.

 

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