«La vida da muchas vueltas, señores; y a veces le apetece darte una buena paliza, de esas que notas como van destrozando tu preciosa cara lechuga y sientes cómo vibra y quiebra tu cuerpo cuando te dan patada tras patada. Te dejan al borde de la muerte, aunque son tan majos que te llevan a un hospital, donde te dan drogas y al día siguiente debes volver a tu rutina aburrida y poco estimulante. Eres tan ignorante, victimista y narcisista que vuelves a cometer un error y de vuelta al principio».
– Yo hace tiempo que no juego a esto, ni tampoco pretendo volver. Ya he recibido demasiadas palizas de la vida. ¿Alguna pregunta más? – dijo ella atenta a cualquier mano que se levantase. «Hay muchas», pensó orgullosa de su discurso y de su trayectoria. Decidió elegir al azar a cualquier persona del público, era lo más sencillo y rápido. El elegido fue un chico joven, delgado y con cuatro pelos de barba, un indicador de que se encontraba en plena etapa de la pubertad, y esos eran los más complejos:
– ¿Volverías atrás en el tiempo?
– No, no hay nada que cambiar.
– Pero… lo pasaste muy mal, ¿no cambiarías nada? – replicó él, insistente en que lo mejor era cambiar el tiempo. Sonreí y le miré con ternura, para luego mirar al público y terminar esa pregunta con una frase que marcará sus corazones:
– Si cambio algo, cambio como soy ahora y he trabajo duro para ser una persona increíble. El pasado me ha hecho excepcional.